El Congreso Obrero Socialista de la Segunda Internacional declaró en 1889 el día 1 de mayo como Día Internacional de las y los trabajadores, día de celebración y reivindicación en todo el mundo por los derechos y logros conseguidos en el ámbito laboral. Además, este día es el empleado por la gran parte de organización sindicales y colectivos para poner el acento en las principales problemáticas e inquietudes que, hoy en día, siguen vigentes.
Desde las Juventudes Socialistas de España queremos empezar la celebración de este día rindiendo homenaje a todas y todos los trabajadores y trabajadoras que, desde marzo del año pasado, han estado y todavía hoy siguen al pie del cañón frente al virus, siendo los eslabones clave de los servicios esenciales que no han parado de funcionar para que el resto sigamos con nuestra vida lo mejor posible.
La crisis sanitaria empieza a remitir gracias a la vacunación, pero tras ella, la crisis socioeconómica puede tener graves consecuencias para nuestro país. Después de más de un año de excepcionalidad, afrontamos un escenario incierto y preocupante para todos los sectores de la población, pero especialmente para la juventud.
Una juventud que ha tenido que vivir en sus últimos años el estallido de dos crisis internacionales sin precedentes con consecuencias económicas muy graves, sobre las que no tiene ninguna responsabilidad generacional, pero de las que ya es la principal pagadora.
A esta emergencia la juventud española ha llegado desfondada. Asfixiada por la precariedad y sin opciones algunas de emancipación después de haberse dejado la piel para conseguir formarse tal y como se nos exigía, y con un proyecto de vida postergado sin opciones de continuidad.
En nuestro país, la tasa de desempleo suele ser elevada de forma estructural, independientemente del contexto económico. Sin embargo, en los períodos de crisis o inestabilidad, el paro crece rápidamente y castiga, especialmente, a las personas jóvenes. Tras la crisis mundial provocada por la COVID-19, el número de personas jóvenes sin empleo menores de 25 años se ha disparado en muchos países de la Unión Europea, pero es España quien encabeza la tasa de desempleo juvenil.
Actualmente, la tasa de desempleo de menores de 25 años alcanza el 39,5%, mientras que en el conjunto de la población se sitúa en el 15,98%. Ante una situación como la que llevamos viviendo más de un año, las primeras personas que sufren las consecuencias son los y las jóvenes, debido a que ocupan los empleos más precarios y sus contratos son mayoritariamente temporales y a tiempo parcial.
Las medidas tomadas por el gobierno que lidera Pedro Sánchez durante este año han conseguido, en cierto modo, paliar la sangría de pérdidas de empleo, con figuras como los ERTES, la prestación por cese de actividad para el colectivo de las personas trabajadoras por cuenta propia y el resto de ampliaciones a colectivos que no quedaban amparados por la normativa (empleadas de hogar, trabajadores fijos discontinuos, y aquellas personas afectadas por una paralización temporal de la actividad, entre otros). Todo ello, acompañado del “escudo social”, integrado por el Ingreso Mínimo Vital, la paralización de los desahucios, la prórroga de los contratos de arrendamiento, o las moratorias para el pago de alquileres cuando los propietarios son grandes tenedores, así como las ayudas directas a empresas y sectores estratégicos de nuestro país.
Además, ha sido fundamental el desarrollo de medidas legislativas como la regulación de los derechos de las personas que teletrabajan, y la derogación del art. 315.3 del Código Penal, que criminalizaba el derecho a huelga.
Queremos trabajar, pero no podemos permitir que las personas que trabajan lo hagan de forma precaria. Aún nos queda mucho por hacer, y para solucionar los problemas estructurales de nuestro mercado de trabajo es fundamental la derogación definitiva de la reforma laboral que implementaron los populares en 2012, cuyos aspectos más lesivos ya han empezado a ser suprimidos y reformados.
Nuestra generación es una de las que más ha sufrido los efectos de la crisis económica generada por el SARS-coV-2. Esto, unido a la crisis de 2008, nos convierte en uno de los sectores de la población con mayor dificultad para conseguir un empleo estable, lo que lleva unida la dificultad para poder emanciparnos y así poder desarrollarnos plenamente a nivel personal y profesional.
Desde las Juventudes Socialistas de España abogamos por una mayor inversión en materia de políticas encaminadas a terminar con el desempleo juvenil, la derogación de la reforma laboral de 2012, una mayor inversión en digitalización y sostenibilidad para que nuestro modelo productivo genere mayor valor añadido, y una revisión en profundidad del Plan de Garantía Juvenil.
Esta es la senda a seguir para afrontar los desequilibrios del mercado trabajo, que en última instancia generan desigualdad, precariedad y pobreza laboral, poniendo en jaque la estabilidad de nuestro sistema de bienestar.
El presente y el futuro de nuestro país necesita de una juventud que pueda trabajar con dignidad.